La Universidad de Berkeley impulsa un superordenador de uso gratuito y universal

La potencia de cálculo de Boinc multiplica por 10 la del ordenador más potente del mundo, aseguran sus responsables

Los actuales supercomputadores –grandes máquinas capaces de analizar ingentes sumas de datos en muy poco tiempo– tienen una alternativa real en la computación distribuida, miles de pequeños ordenadores que gestiona un programa. La Universidad de Berkeley impulsa un proyecto en esta línea, destinado a lograr un superordenador de coste mínimo, de uso gratuito y universal. Lo financia el Gobierno de EEUU, a partir de la National Science Foundation, pero estará a disposición de empresas y universidades de todo el mundo gracias a un equipo de programadores que lo mantiene. Se llama Boinc y esta semana ha perfilado su puesta a punto en Barcelona.

Un proyecto semejante es lo que creó iniciativas como SETI@Home, destinado a buscar vida extraterrestre, y otras que analizan el cambio climático o ayudan a buscar medicamentos contra el sida, por ejemplo. Estos días la estrella es Einstein@Home, una iniciativa para demostrar la teoría de Albert Einstein de las ondas gravitacionales, y que suscita muchas esperanzas entre la comunidad científica.

«Habrá una infraestructura básica que tendrá la sede en Berkeley y voluntarios repartidos por todo el mundo coordinados por capítulos locales. Cada país se encargará de dar a conocer el proyecto a universidades y empresas», explica Jordi Portell, responsable de la parte catalana de Boinc. El esquema de este supercomputador de voluntarios alcanza 10 petaflops, diez veces más de lo que admite ahora el superordenador más potente del mundo, señala David Anderson, director del proyecto Boinc en la Universidad de Berkeley.

Proyectos fragmentables

Boinc no se presenta como competencia a los superordenadores tipo Mare Nostrum, por el tipo de proyectos a los que aspira. «Hay investigaciones que abordan volúmenes exagerados de datos y que no se pueden fragmentar. Estos sí requieren un superordenador. Pero hay otros que los datos se pueden organizar en paquetes y se pueden distribuir».

A la mejora de resultados en computación distribuida, más que la evolución de los resultados ha contribuido la evolución de las tarjetas gráficas en los ordenadores y en máquinas como la Playstation 3, utilizada en algunos proyectos.

«Las empresas son reacias a recurrir a Boinc, porque hay una paranoia respecto a los datos. Tienen miedo de que acaben en manos de terceros», explica Anderson. Los proyectos de investigación, en cambio, son más proclives. «También porque en EEUU hay más recursos en superordenadores y en Europa les gusta probar cosas nuevas», señala. Asia es todavía el lugar que más se les resiste, aunque próximas reuniones de Boinc las realizarán en Taiwán, Hong Kong y Vietnam para intentar atraer proyectos.

Reto en las máquinas

Cualquier persona con un ordenador puede contribuir a un proyecto de computación distribuida, señalan Portell y Anderson. Tan solo hay que descargar un programa, que luego irá recibiendo los archivos de datos y pasará los informes.

Los responsables de Boinc niegan que el proyecto esté dirigido solo a los muy tecnológicos o a programadores. «El 85% de nuestros usuarios usan Windows, el 7% Mac OS y otro 7% Linux», señalan. Y el reto es conseguir máquinas virtuales con el software que hagan que «todo el mundo sea igual», explica Anderson.

Cree que la actual tendencia hacia el cloud computing les puede beneficiar. «Si los usuarios descargan sus ordenadores de archivos, tienen más espacio para contribuir a proyectos de investigación», añade. «Y además es más barata para un proyecto grande de investigación».

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