Inteligencia emocional, la batalla entre la emoción y la razón

¿En qué consiste la felicidad? Debemos remontarnos muchos siglos atrás para ver que esta pregunta ya se la hacían filósofos como Sócrates o Platón. Mientras el primero sostenía que la felicidad era producto de la sabiduría, Platón opinaba que era el resultado de la combinación entre sabiduría y placer.

Los estudios sobre la felicidad no fueron retomados seriamente por la vertiente psicológica hasta los años 60, como documenta la World Database of Happiness, una base de datos sobre la felicidad situada en Holanda. Hoy en día podemos difrutar de publicaciones exclusivas sobre la felicidad, como la revista Journal of Happiness Studies o publicaciones específicas sobre psicología y bienestar.

Desde entonces, las investigaciones han resaltado el concepto de inteligencia emocional, es decir, la capacidad para identificar los sentimientos propios y ajenos y aprender a manejarlos. El término fue acuñado por Daniel Goleman, hoy considerado como gurú de la inteligencia emocional. En su libro «Emotional Intelligence», Goleman analiza las cinco capacidades en las que se organiza la inteligencia emocional: el conocimiento de emociones y sentimientos propios, el manejo de los mismos, la capacidad para reconocerlos, saber crear la propia motivación y gestionar las relaciones.

¿Puede aprenderse la inteligencia emocional?

¿Por qué hay personas que se enfrentan mejor que otras a las adversidades? ¿Por qué algunas viven de forma más positiva que otras? Estas cuestiones son atribuídas a la inteligencia emocional, algo que sí se puede aprender y fortalecer. Porque si somos inteligentes, emocionalmente hablando, podremos controlar nuestras emociones, soportar situaciones de presión, superar momentos difíciles y encarar las cosas con la mejor actitud.

Es a lo que Goleman da prioridad, lo emocional frente a la sabiduría, algo a lo que se daba prioridad en las teorías de la psicología clásica. De hecho, el investigador no mide el éxito sólo por el coeficiente intelectual, sino también por la inteligencia emocional como vehículo para lograr relaciones más productivas con los demás.

Si queremos aprender inteligencia emocional, desarrollaremos ciertas habilidades en el proceso de aprendizaje:

Conocimiento de nosotros mismos: aprenderemos a saber qué sentimos en cada momento, qué emociones entran en juego en cada situación.

Autorregulación: seremos capaces de manejar las emociones en cada momento, para que nos faciliten nuestras tareas.

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– Empatía: también aprenderemos a percibir las emociones de los demás, qué sienten las personas con las que nos relacionamos.

– Motivación: saber usar nuestras habilidades y emociones para alcanza nuestros objetivos.

– Habilidades sociales: seremos capaces de manejar las emociones en las relaciones con otras personas, interpretando y evaluando cada situación en nuestros círculos personales.

imágenes por cortesía de khalid Albaih y Patrick Hoesly

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