Incentivos para llenar las aulas

Los profesores de la Universidad de Oviedo buscan diferentes sistemas para atraer a los alumnos a las clases teóricas. Los más eficaces pasan por dar puntos a la asistencia.

Cuando el Principado, por boca de su presidente, comenzó a azuzar en los últimos años a la Universidad de Oviedo para mejorar sus resultados académicos, dos datos fluían de institución a institución: el escaso porcentaje de estudiantes que acaban su carrera en tiempo y forma -es decir, en los años establecidos por su plan de estudios- y las bolsas de suspensos, una de las principales causas de los retardos a la hora de exhibir un título universitario.

Las últimas cifras que hizo públicas la Universidad sobre su rendimiento académico, referentes al curso 2005/2006, indican que solamente el 13,76% de los alumnos terminan en el tiempo preestablecido, pero aunque todas las miradas sociales y políticas se dirigieron hacia el trabajo de los docentes, el grueso del profesorado arguyó que el principal problema a resolver no era la calificación final, sino el proceso previo: la simple entrada al aula. Más de la mitad de los matriculados no asisten a clase, fenómeno éste que se produce en todo tipo de enseñanzas, desde las más memorísticas, como Derecho, hasta las más comprensivas, como las ingenierías.

Y es que los estatutos de la Universidad de Oviedo recogen que la asistencia a clase es voluntaria, con la visión de que puedan cursar estudios universitarios no sólo los estudiantes procedentes del Bachillerato, sino aquéllos que trabajan o a los que, por determinadas circunstancias personales, les resulta difícil asistir a clase con regularidad. Pero esa puerta abre de par en par el absentismo de los estudiantes tradicionales que, dicen, huyen de la clase magistral y dedican sus teóricas horas de clase a otras actividades.

No obstante, no hay un solo profesor que no entienda que se hace necesario adoptar medidas que fomenten la asistencia regular de los alumnos al aula. De ahí que la Universidad de Oviedo haya dejado libertad a sus profesores y a sus centros para incentivar la asistencia a clase.

Y los métodos han sido diversos. A decir de algunos profesores y de representantes estudiantiles, el instrumento más rentable, académicamente hablando, para llevar al alumno al aula es la incentivación de las calificaciones. O lo que es igual, la suma de medio punto a la nota final por el mero hecho de acudir a clase. Esa práctica, habitual en muchas disciplinas académicas, es reconocida como «eficaz» por el propio rector de la Universidad de Oviedo, quien no se muestra partidario de que sea aplicada en las materias generalistas, pero sí en las de especialidad.

Tres puntos en un curso
Es, sin embargo, solamente una de las argucias de las que se valen los profesores universitarios para atraer a las aulas a sus esquivos alumnos. En el curso 2005/2006, la Escuela de Relaciones Laborales de Oviedo puso en marcha otro sistema para captar la atención de sus alumnos. Según explican los profesores Paz Menéndez e Iván Rodríguez «la metodología tradicional en las asignaturas jurídicas implicaba que la enseñanza de materias tan próximas como Derecho del Trabajo, Derecho Sindical y el de la Seguridad Social se realizara de forma independiente, pese a que tenían lugar en el mismo curso y con los mismos alumnos», así que los docentes del área propusieron una actividad complementaria y ofertada por los profesores de las tres asignaturas: «La resolución de un caso jurídico interdisciplinar, que culminaba en su escenificación en la forma de un juicio por parte de los alumnos. Y podía proporcionar hasta un punto en cada una de las asignaturas, es decir, tres puntos añadidos en el global del curso.

Pero ese sólo fue el primer paso. El segundo, en el curso siguiente, fue más allá, aprovechando que las prácticas, al contrario que las clases teóricas, sí gozan de la potestad de resultar obligatorias. «La obligación de acudir a clases prácticas persigue mejorar el rendimiento académico del alumno, exigiendo un trabajo continuado a lo largo del curso, puesto que el absentismo es, estadísticamente, una de las causas principales del fracaso académico».

El sistema requiere no sólo que asistan a las prácticas y las entreguen al profesor, sino «la asistencia del alumno en el aula el día programado para la resolución del caso práctico. Así, al menos, una vez a la semana el alumno debe asistir a clase», afirman los docentes, quienes han percibido «un aumento considerable del número de estudiantes a acude a las clases prácticas, si bien no se traduce automáticamente en un aumento del nivel de asistencia que las clases teóricas. De hecho el número de alumnos que asiste de forma habitual a clases prácticas es aproximadamente el doble del que asiste a las teóricas.

En cualquier caso, todas esas iniciativas han de desembocar en muy poco tiempo en un nuevo sistema de impartir y recibir docencia. El Espacio Europeo de Educación Superior ha de facilitar en gran medida la asistencia a clase, porque hasta el trabajo que el estudiante realiza fuera del aula es computable en créditos. Pero mientras tanto, las aulas siguen estando más medio vacías que medio llenas.

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