Para los románticos, ciencia y tecnología eran dos conceptos irreconciliables. ¿Cómo podía medirse la belleza? ¿Cómo podía tolerarse la idea de que el amor o el placer estético fueran meros impulsos eléctricos o secreciones químicas? Los futuristas fueron los primeros artistas en reconciliarse con la tecnología, pero eso sucedió hace casi cien años, y lo que a ellos les parecía asombroso y moderno (los coches, los trenes, la electricidad…) para nosotros es ya pura rutina.
El arte del siglo XXI empieza abrazando con fuerza a la ciencia y la tecnología. De este matrimonio han surgido artistas de elite, como Gary Hill o Masaki Fujihata, cuya obra, aunque entusiasme a los críticos, está destinada a unos pocos visitantes de museos. Han surgido nuevos géneros: el videoarte, la instalación, el net art, las exposiciones digitales… y nuevas maneras de disfrutar del arte. Os recomendamos especialmente el festival Art Futura y tres centros pioneros en España, que organizan exposiciones y actividades en torno al arte digital :
- CAMON, en Alicante
- Laboral Centro de Arte, en Gijón
- Medialab del Museo del Prado, Madrid
Pero también, y eso es quizá lo más importante, han surgido aplicaciones comerciales que ya forman parte de nuestra vida cotidiana, tanto si somos apasionados del arte como simples usuarios. La realidad aumentada se está instalando ya en nuestros coches, teléfonos y navegadores GPS: podemos obtener información visual de una calle, un museo o un local instantáneamente en 3D, con solo pasar por delante. Cuando abrimos una página web, cuando jugamos a la Wii, a la Play o a la Nintendo DS, cada vez que estrenamos una aplicación para nuestro móvil o disfrutamos de una película de acción, con todos sus efectos digitales de postproducción, estamos saboreando los inicios de un nuevo arte, interactivo y lleno de posibilidades.
Se perfila así la figura del experto en multimedia, un perfil a medio camino entre el ingeniero y el artista, capaz de coordinar informáticos, diseñadores gráficos y guionistas, los tres perfiles profesionales por excelencia del arte digital aplicado.
Cómo se hace un videojuego
De todas estas posibilidades, el videojuego es el rey. La industria del videojuego es una de las pocas que ha crecido en el último año a pesar de la crisis, y se espera que en 2015 mueva ya 91.000 millones de dólares en todo el mundo.
Como cualquier producto audiovisual, un videojuego cuenta con una fase de preproducción y otra de producción. Lo primero es elegir el género: disparo en primera persona, aventura, MMPORG (rol multijugador), etc… Hay que decidir el número de jugadores, el hilo conductor de la historia, el tipo de motor gráfico, si se diseñará en 2D o 3D…
La segunda etapa, la más dura y pesada, consiste en crear el código fuente y diseñar las animaciones. Con esto, se entra ya en la fase beta, que consiste básicamente en jugar: probar el juego una y otra vez hasta detectar todos los fallos. En países como Japón y Estados Unidos existen incluso gamers profesionales: personas que cobran por probar videojuegos y evaluar su rendimiento.
Una vez acabado el juego, aún queda la fase de mantenimiento, en el caso de que se trate de un videojuego para PC. Las nuevas versiones del juego deberán tener en cuenta los cambios de mercado en los sistemas operativos, tarjetas gráficas, memorias, etc… de los usuarios.
Empiezan a salir aplicaciones muy interesantes para diseñar videojuegos sin necesidad de conocimientos de programación. Entre las más populares destacan XNA y Game Salad. Ambas cuentan con su propia comunidad online de creadores aficionados de videojuegos.
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